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Siguiendo nuestro estudio en los distintos aspectos que engloban la prevención en salud mental infanto-juvenil, durante 2012 hemos desarrollado la "Guía breve de Educación Emocional para familiares y educadores", encaminado para que uno pueda entender las diferentes inteligencias, la importancia de la educación emocional y de los valores, para así poder percibir mejor el potencial de su hijo mas allá de la parte solamente académica. Al igual que las demás guías, puede ser descargada gratuitamente pinchando sobre la portada.

El interés por la educación de los niños de ambiente social desfavorecido

Es una idea demasiado simple y muchas veces incierta que a los niños de hogares desfavorecidos no les interesa la educación o que son hostiles a ella. Es obvio que no son los niños que más a gusto o con más naturalidad van a la escuela, y también que en sus casas han tenido pocos libros y poco acceso a estímulos culturales.

Sin embargo, distintas encuestas e investigaciones desde antes de los años cincuenta mostraron que a los padres con pocos recursos les interesaba mucho más la educación de sus hijos de lo que podría parecer, y que es de los aspectos de la vida que más valoran, echan de menos, y querrían para sus hijos. Es cierto que en sociedades occidentales actuales, los niños tutelados por las instituciones no se caracterizan mayoritariamente por la falta de recursos económicos de sus padres, sino por el conflicto y el riesgo asociados a sus vidas. Ultimamente, la afluencia de niños de países en la miseria vuelve a aumentar el número de niños sin interés hacia la educación por falta de estímulo y conocimiento previos.

Desde los años cincuenta ha habido experiencias de mejora de resultados académicos y de capacidad intelectual con programas de reestructuración escolar dirigidos a niños en desventaja social. Estos niños obtienen en los test de inteligencia habituales puntuaciones inferiores a las que realmente corresponden a su potencial. La falta de conocimientos, el empobrecimiento cultural, engañan y hacen pensar en escasas habilidades cognitivas. Sin embargo, dándoles la oportunidad de exponerse a experiencias escolares positivas, estos niños pueden no solo aumentar su inteligencia medida en tests, sino mejorar su capacidad de compromiso, responsabilidad, asistencia a la escuela, y por supuesto sus conocimientos y posibilidades.

La educación en general, y la escuela en particular, constituyen un entorno social natural para los niños, y pueden convertirse en una experiencia correctora de vida. El determinismo ambiental no ha lugar, los niños de origen desfavorecido pueden aprender. Sin embargo, es posible que sea necesario un esfuerzo extra, un interés especial, un optimismo realista, una dedicación extraordinaria y unas condiciones suficientes (grupos pequeños, individualizados, apoyos, incentivos) para que se pueda impulsar la energía del niño sin exposición cultural previa, hacia la educación.

El primer paso es comprender. Los alumnos que viven en centros de menores llevan ya un estigma asociado a su condición social que les hace estar en un punto de mira especial cuando acuden a la escuela ordinaria. A priori se puede esperar de ellos que sean perturbadores del ambiente y del rendimiento. Pero hay unas razones claras, en muchos de los casos, para que su actitud inicial hacia lo escolar sea negativa. La rutina, el orden, la estructura, los horarios necesarios para seguir una trayectoria educativa exitosa son elementos de los que muchas veces estos niños han carecido a lo largo de su vida. Tener en cuenta esto para enseñarles, educarles en disciplina, responsabilidad, orden, puede ser necesario como paso previo a intentar que estos niños incorporen conocimiento alguno. El fracaso si no, está servido. Fracaso que en muchos casos viene a sumarse a una serie de fracasos previos que les puede hacer estar a la defensiva y tener una actitud hostil abiertamente hacia la autoridad escolar y el aprendizaje. Algunos profesores dedican las primeras semanas a asegurarse de que los niños entienden y asimilan las normas de convivencia y funcionamiento en el colegio, para sentar las bases para poder después empezar a enseñar.

Los talentos de los niños son fáciles de descubrir en aquellos que tienen las ventajas sociales y educativas como para estar expuestos a estímulos intelectuales, artísticos, culturales. En los niños de ambientes desfavorecidos hay que tener una visión especial y abierta al descubrimiento de sus capacidades reales, para conseguir lo mejor de ellos. El hecho de que vengan de ambientes difíciles no debe hacer bajar el listón de qué se puede conseguir de ellos. No solo es necesario que se integren socialmente, que se adapten a las normas sociales, que se reintegren a su familia si se puede. Descubrir su vocación, sus capacidades profesionales, sus habilidades, debe ser un objetivo pensando en el futuro de estos niños.

Desgraciadamente hay situaciones familiares con muy mala solución. Hay niños sin padres, o maltratados por ellos, o abandonados, con una herida emocional brutal a veces irreversible. Pensar que todas las situaciones son potencialmente salvables hace perder tiempo y energía que podría dedicarse a desarrollar otros aspectos de la vida del niño que van a ser muy necesarios para que pueda desarrollar una vida adulta independiente y digna. Por supuesto que nunca hay que desatender ese daño emocional, siempre habrá que intentar solucionarlo, si no se puede, repararlo, si no, acompañar al niño en su dolor, ayudarle a cicatrizar la herida de la mejor manera posible, y ayudarle a crecer y desarrollarse a pesar de ese inicio vital tan difícil. El excesivo idealismo en cuanto a recomponer vínculos rotos suele ir acompañado de un determinismo ambiental que puede ser tan dañino como creer a pies juntillas en el determinismo genético. Cada vez se estudian más qué factores individuales se relacionan con la resistencia al dolor, al trauma, qué es necesario tener y trabajar para sobreponerse a situaciones difíciles, para sobrevivir satisfactoriamente a condiciones adversas.

Los educadores sociales, los tutores de los niños, acompañándoles en su desarrollo, con su afecto, con su modelo, con su educación e instrucción, y, en muchas ocasiones los psicoterapeutas, ayudarán al niño a gestionar el dolor emocional de la falta de amor y cuidados parentales y a curar las heridas para que aquello no deje secuelas que les impida relacionarse adecuadamente con otras personas a lo largo de su vida. En paralelo, dar oportunidades de desarrollo intelectual, potenciar las capacidades, luchar por desarrollar habilidades que les permita realizarse como personas, puede ayudar a reequilibrar la autoestima dañada, la inseguridad, el dolor emocional, dando vías de desarrollo personal satisfactorio.

Puede parecer pesimista no intentar luchar por curar el dolor emocional en todos los casos. Pero un idealismo no sustentado en las posibilidades reales puede ser dañino. Ayudar a sostener el dolor y adecuar las expectativas a la realidad puede ayudar a aceptar unas experiencias vitales, y permitir al niño reconciliarse con su historia y mirar hacia delante con un optimismo realista, sin bloquearse en intentos de reescribir su historia, que fácilmente pueden fracasar y resultar en una trasmisión de los problemas de una generación a la siguiente.

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